Mi primer recuerdo con mi hermano Brian es en el río que corría por debajo de casa de nuestra abuela materna. En pampers ambos, jugábamos con el agua. Corríamos sin camisa y sin zapatos. Libres los dos. No tengo más recuerdos con él, hasta que conocí a mi hermano una segunda vez, veintidós años después.

Cuando nos separan de nuestra madre a los 2 y 3 añitos de edad, el papá de Brian lo acoge. Mi papá y sus circunstancias eran distintas, por eso mi destino fue caer con el Departamento de la Familia. Su papá vivía cerca del hogar donde fui ubicada. Nos visitaron algunas veces, antes de ellos mudarse a los Estados Unidos. Yo no tengo memoria de esto.

Fastforward a mis 16 años de edad, la curiosidad por re-conectar con mis raíces me llevó a buscarlo. Lo encontré por Facebook e intercambiamos números de teléfono. Rápido se convirtió en un constante en mi vida. Cuando él se enlistó en el army, amaba recibir cartas por correo postal. Le contaba todo. Así no nos hubiésemos visto en persona aún, habíamos construido una relación de hermanos. Esta relación fue así hasta julio del 2019, cuando él se pudo dar un viaje a la isla del encanto. Venía a una boda de un primo, pero sacó dos días completos para nuestro reencuentro, que se sintió como conocernos por primera vez. Lo primero que hicimos fue ir a comer a Cafecito Rústico, en Luquillo.

Para que entiendan la historia; somos seis hermanos de parte de madre. Tengo tres hermanos y dos hermanas. Yo soy la cuarta. Mis dos hermanos mayores no son parte de este reencuentro. Mi hermano Brian, yo, nuestro hermano menor y nuestra hermana menor fueron parte del reencuentro. Mis hermanos menores comparten padre y madre y tuvieron la dicha de crecer con su familia paterna. La única que cayó en manos del Departamento de la Familia fui yo. Yo había crecido visitando a mis hermanos menores desde mis 9 años de edad, lo que me permitió establecer una relación con ellos. Encontrar a Brian luego fue otra bendición, pero entre ellos aún no se habían conocido. Todos hemos crecido aislados, hasta ese julio del 2019. Busqué a Brian y nos encontramos con nuestros hermanos en el Viejo San Juan. ¡Desliza hacia el lado para que veas la foto!

Ese día fuimos a comer a Bistro Café, en isla verde. Se unieron algunos de nuestros sobrinos (hijos de nuestros dos hermanos mayores – una historia que no es mía para contarles). ¡Fue el verdadero reencuentro en nuestra familia! Pasaba lo mismo con mis sobrinos, que con mis hermanos. Yo los conocía a ellos, pero ellos no conocían al resto de mis hermanos aún. Gracias a mis esfuerzos, este día fue posible.

El segundo día con mi hermano, fuimos a comer a Ekelekua, en Río Grande. Disfrutamos de buena comida y de tomarnos fotos para los recuerdos. No se si notan mi felicidad, pero yo estaba como una niña pequeña. Realmente, tener un hermano mayor es tener licencia para olvidarte de ser la adulta a cargo. Mi hermano toma su rol de hermano mayor muy serio- aunque nos llevamos solo un año.

 

No creo que la vida se trate de cuentos de hada, pero hay momentos que pueden serlo. Lo que para otras familias es ordinario, para nosotros fue un gran día. Desde entonces, Brian, yo y nuestros hermanos menores hemos mantenido comunicación. Algunos de nuestros sobrinos también. No somos la familia perfecta, pero encontramos una manera de reconectar, contra todo pronóstico. Para mí, eso es más que perfecto.

 

hermano

4 Comments

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    Glory says:

    Hermosa tu historia. Me inspiras. Yo tengo 3 hermanos vivos y por situaciones de la vida no tenemos contacto aunque e hecho todo acercarme a ellos . Espero algún día al igual que tú poder lograr ese reencuentro formal.

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      Wow, gracias por compartir. Deseando que lo logres. ¡Bendiciones!

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    Fabiola says:

    ¡Qué alegría verles juntxs! Un abrazo enorme.

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      ¡Gracias! Sí, es una bendición.

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