¿Con quién me reencontré?

Y muchos se preguntaran… si no me crié con mis padres y ellos ya fallecieron… ¿Con quién fue el reencuentro?

 

Es que para volver a nuestras raíces no siempre es a vínculos biológicos. Les presento a Hermana Aida. Una señora a la que ya frecuentan las famosas grises en su cabello. Pero, como a mí, ha sido madre de cientos de niñas a lo largo de toda su vida. Ella me cuidó en el Hogar Rafaela Ybarra, cuando tenía 9-12 años.

 

Aunque habíamos hablado por teléfono (unas 2-3 veces) fue ahora (a los 26) que pude visitarla en el hogar. ¿Por qué esperaste tanto, Raishmar? Sé que te estarás preguntando… Es que cada evento tiene su momento. Luego de salir del hogar a los 12 años, estuve en muchos otros. Viví sola desde los 17 años, me enfoqué en la universidad y en el ajetreo diario de sobrevivir. Y siendo honesta, no fue hasta luego de mis 22 años que comencé a conectar con mi historia. A verla como una forma de empoderamiento. A querer saber más y poco a poco ir re-conectando con las diferentes piezas de mi pasado. Retornar no siempre es fácil, aunque no hayan sido espacios todos de maltrato, la regresión te obliga a pasar por eslabones que sí lo fueron. Hermana Aida era un tesoro, entre medio de episodios traumáticos grandes. Para llegar a ella, tuve que revivir muchas otras cosas.

¿Cómo reconecté con ella?

Fue la cuarentena eterna del Covid-19 lo que me dio el tiempo y espacio para buscar.  Por medio de las redes sociales, encontré que hermana Aida aun vive en el Hogar Rafaela Ybarra, con otras monjitas. Recordé el nombre de su sobrina, quién la visitaba a menudo. Se quedaba de fin de semana y jugaba con nosotras las nenas del hogar.  Lo busqué en mis conversaciones viejas de Facebook y la encontré. En un brinco de fe ciegas, le escribí. En menos nada, ¡me contestó! Así fue que conseguí el número de teléfono de Hermana Aida. Fue la primera vez que escuché su voz, más de una década después. Por la misma pandemia, el hogar tenía restricciones para recibir visitas.

Durante el 2022, hice una visita al Capitolio para un reconocimiento en la Cámara de Representantes. Fue una experiencia chulísima, que les comparto en esta publicación.


Conocí a empleados que se aseguraron que mi día fuese especial.

Entre ellos, un caballero me menciona que conoce a Sadia, portavoz egresada del Hogar Rafaela Ybarra. Recuerdo muy bien a Sadia, porque en mi niñez, ella ya era madrina del hogar. Él es quien me contacta con ella. Y ella, Sadia, es quien me hace los arreglos para poder ir a visitar a hermana Aida. Una tarde de julio, se dio el reencuentro.

 

Volver a este espacio se sintió como regresar a casa. Nunca me había sentido así. Me sentí feliz y tan agradecida de poder conectar con mis raíces. Les llevé donas a todos. Las niñas me hablaron de sus sueños, me cantaron y hasta me sirvieron de su comida en la mesa de cena. A la hora de hacer la oración, también la hice porque me la sé de memoria aún. Es la misma que siempre se ha hecho. Me sentía como si aun fuera una de las niñas del hogar.

Sé que Hermana Aida siempre ora por mí, y por cada una de las hijas que le dio la vida. Se siente lindo saber que alguien te quiere tanto. 🦋✨

Hermanita Aida nos cuidaba 24/7. Desde levantarnos, hasta acostarnos. Éramos como 10 niñas (más o menos) viviendo con ella en una casita humilde de madera. Hoy, esas casas fueron reconstruidas en lo que ustedes ven. Una vivienda segura para las niñas que ahora reciben sus servicios.

Este fue el hogar en donde más feliz fui. En este (y otros) obtuve mis valores y desarrollé mi esencia. No me canso de decir gracias, porque más allá de la ausencia de mi familia biológica, tuve techo, comida y amor. Aun en la adversidad, tuve ángeles que me protegieron. Hermana Aida fue uno.

Hermanita Aida me miró con tanta dulzura; como una madre. Me dijo que regresara a visitarla a ella y a las nenas y así será. 🦋✨

 

Reencuentro

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